El estrés calórico es un desafío común en la producción animal, especialmente en regiones con climas cálidos y húmedos.
Se denomina estrés calórico al conjunto de cambios que se desencadenan en los animales en ambientes con elevada temperatura, los cuales llevan a una disminución en la eficiencia productiva.
Los signos que con mayor frecuencia pueden observarse en los bovinos son, en primera instancia, el aumento de la frecuencia respiratoria y del consumo de agua, así como la búsqueda de sombra.
Este fenómeno puede tener consecuencias negativas significativas en la salud, el bienestar y la productividad del ganado.
Para mitigar el impacto, los productores recomiendan proporcionar áreas sombreadas adecuadas a través de árboles, estructuras artificiales o techos móviles, ya que esto puede reducir significativamente la exposición directa al sol.
También es indispensable mejorar la circulación de aire en los establos y corrales para disipar el calor. En este sentido los ventiladores, aberturas y sistemas de enfriamiento por evaporación pueden ser muy útiles.
El riego de las áreas alrededor de los animales puede ayudar a disminuir la temperatura ambiente y aumentar la humedad relativa, lo que facilita la evaporación del sudor y la disipación del calor.
Igualmente se sugiere dar el alimento durante las horas más frescas del día para reducir el estrés térmico durante la alimentación.
Por último, asegurar un suministro constante de agua limpia y fresca es crucial para mantener la hidratación y facilitar la termorregulación.
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